«Un sufrimiento psicológico insoportable» es lo que padecía
Nathan Vershelt por no poder ser un hombre completo. Se
había sometido a un cambio de sexo en 2012 y llevaba
hormonándose con testosterona desde el 2009, pero el
cambio no era suficiente. Nathan seguía siendo un poco Nancy.
Esta trágica historia la cuenta el diario británico, «The
Telegraph» en su edición digital. Ante la frustración,
Nathan (o Nathan), un belga de 44 años, decidió someterse
a una eutanasia.
«Mis pechos y mi pene no me convencen. No quiero ser un
monstruo», explicaba Nathan a la prensa belga. El caso
reabre el debate sobre la transexualidad, pero sobre todo el
de la eutanasia. Bélgica aprobó una ley de muerte asistida y
las estadísticas demuestran una tendencia creciente de las
muertes asistidas. Solo en 2012 se produjeron más de 1.400
casos, un 25% más que el año anterior.
Wim Distelmans, el facultativo que accedió a dejar morir a
Vershelt acreditó que el paciente se encontraba en un
momento de «increíble padecimiento» y reunía las
condiciones exigidas por la ley belga para practicarle la
eutanasia.
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