martes, 26 de noviembre de 2013

DEL PAPA FRANCISCO AL CARDENAL DOMINICANO NICOLAS LOPEZ RODRIGUEZ

Papa al cardenal: Las víctimas de hombres y mujeres de la Iglesia deben recibir justicia





                                  Basilica del vaticano, Italia.


"Quiero reiterarte el compromiso, claro y valiente, para que las victimas de estas torpezas sean siempre defendidas y tuteladas, de modo que la justicia sea atendida en todos sus aspectos”



SANTO DOMINGO, República Dominicana.-

El papa Francisco
 expresó al arzobispo Nicolás de Jesús Cardenal López 
Rodríguez que las víctimas “que sufren a causa de los 
pecados de los hombres y las mujeres de la Iglesia” deben 
recibir justicia y deben ser defendidas.
Asimismo, el sumo pontífice dijo que la “Iglesia no quiere 
privilegios” ni “tiene intereses políticos”.
En una carta enviada al arzobispo metropolitano de Santo
 Domingo, arzobispo Nicolás de Jesús Cardenal López 
Rodríguez, a través del nuevo nuncio o embajador del 
Vaticano, Arzobispo Jude Thadeus Okolo, el papa Francisco 

expresa:

“Quiero asegurarte, querido Hermano, que tengo muy
 presente en mis oraciones al amado Pueblo de Dios que 
peregrina en la República Dominicana, especialmente a los
 que sufren a causa de los pecados de los hombres y mujeres
 de la Iglesia”.

“Y a la vez quiero reiterarte el compromiso, claro y valiente, 
para que las victimas de estas torpezas sean siempre 
defendidas y tuteladas, de modo que la justicia sea atendida 
en todos sus aspectos”.
El obispo de Roma también expone en su carta al cardenal 
dominicano:

“La Iglesia no quiere privilegios, no tiene intereses políticos,
 no busca alianzas estratégicas. Quiere servir, servir a todos, y
 por eso trabaja por el bien común, la paz, el progreso, la 
libertad, la justicia, la solidaridad y el desarrollo integral de los
 Dominicanos”



                    Papa Francisco

“La experiencia nos enseña que cuesta cumplir los ideales. 
Siempre existe el peligro de la “mundanidad”, de dejarse 
llevar por el espíritu de este mundo, de actuar por el propio
 interés”, precisa el papa Francisco.
A continuación, la carta:

Vaticano, 28 de octubre de 2013

Al Señor Cardenal

Nicolás de Jesús López Rodríguez

Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo

SANTO DOMINGO

Querido Hermano:
Por medio del Señor Arzobispo Jude Thadeus Okolo,  nuevo 
Nuncio Apostólico  en la República Dominicana, deseo hacer 
llegar al Episcopado, a los sacerdotes, a las comunidades 
religiosas, a los seminaristas, así como a todo el Pueblo de
 Dios de esa querida Nación mi cordial afecto en el Señor.
El nuevo Nuncio es portador de mi presencia y mi cercanía, 
una cercanía que quiere ser de colaboración con el Estado y 
las instituciones públicas, de comunión con las Iglesias 
locales, paternal con los creyentes, solícita con los 
necesitados, caritativa y solidaria con todos. Con este espíritu,
 les pido que reciban a Mons. Jude Thadeus Okolo como el 
abrazo del Papa para ustedes, con ánimo renovado y nueva
 esperanza, para que pueda desarrollar su misión con eficacia 
y acierto, contando con la colaboración, comprensión y estima
 de todos: autoridades, pastorales y fieles.

El Nuncio Apostólico representa en ese país  al Obispo de
 Roma para el bien del Pueblo. Su misión consiste en
 estrechar los vínculos que unen a la Sede de Pedro con esa
 Nación, alentando a los hijos de esas hermosas tierras a 
recorrer el camino de la vida con la mirada puesta en Dios y la
 mano tendida hacia los hermanos



                  Cardenal Nicolas Lopez Rodriguez

 La Iglesia no quiere privilegios, no tiene intereses 
políticos, no busca alianzas estratégicas. Quiere servir,
 servir a todos, y por eso trabaja por el bien común, la 
paz, el progreso, la libertad, la justicia, la solidaridad y el
 desarrollo integral de los Dominicanos.

 Allí donde se promuevan estas iniciativas, allí se encuentra la 
Iglesia, dispuesta a ofrecer lo mejor que ella tiene: la gracia y
 la paz que nacen del corazón de Cristo crucificado.

La experiencia nos enseña que cuesta cumplir los 
ideales. 
Siempre existe el peligro de la “mundanidad”, de dejarse 
llevar por el espíritu de este mundo, de actuar por el 
propio interés   y no por la gloria de Dios. Y esto nos
 expone no pocas veces al ridículo, sobre todo a los 
pastores.

 Por eso, es necesaria la permanente conversión personal,
 que sólo se puede lograr con una relación constante con 
Jesús, ayudados en este propósito por la fuerza interior de la
 oración. Rezando, siendo humildes, reconociendo que todos 
cometemos fallos y meditando la Palabra de Cristo nos será 
más fácil mantenernos en una fidelidad cotidiana a su llamada 
y llevar a cabo muchas obras de caridad, expresión elocuente
 del amor de Dios entre los hombres.

La credibilidad  de la iglesia y de su colaboración en el bien 
del pueblo, en la defensa de la familia y de la vida humana, en
 la lucha contra la pobreza, pasa hoy por la docilidad de cada 
uno de nosotros al Espíritu del Resucitado, dejando que éste 
nos impulse y nos ayude. A veces nuestra debilidad se deja 
sentir, pero estoy convencido de que la santidad siempre es
 mayor que el pecado, porque la misericordia divina brilla, 
incluso con más fuerza, en medio de nuestras miserias. El 
pecado depende de nosotros, la santidad nos viene de Dios, 
que nunca se cansa de darnos otra oportunidad. Él siempre 
nos espera y comprende.

Quiero asegurarte, querido Hermano, que tengo muy 
presente en mis oraciones al amado Pueblo de Dios que
 peregrina en la República Dominicana, especialmente a 
los que sufren a causa de los pecados de los hombres y 
mujeres de la Iglesia.

Y a la vez quiero reiterarte el compromiso, claro y 
valiente, para que las victimas de estas torpezas sean 
siempre defendidas y tuteladas, de modo que la justicia
 sea atendida en todos sus aspectos.

Aunque no somos ajenos a los errores, pongamos también en 
la presencia de Dios los innumerables frutos de bien que el 
Evangelio ha dado y seguirá dando en esas tierras: tantos 
hombres y mujeres que han recibido el auxilio y la caricia de la
 Iglesia en sus necesidades, su apoyo en sus sufrimientos, 
que han escuchado una palabra de consuelo en sus
 tributaciones y dificultades y, sobre todo, que han creído en el 
anuncio de la esperanza de la redención que ella proclama.
Mons. Jude Thadeus Okolo cuenta con mi confianza y con el 
apoyo de mi oración, para que el Señor le sostenga en la 
misión que va a empezar y pueda continuar así la historia de
 salvación que la fe cristiana ha escrito tan luminosamente 
durante siglos en esos bellos parajes bañados por el Caribe.

Te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, pues ahora
 lo necesito más todavía.
Saluda y anima en el nombre del señor a todos los hijos de la
 República Dominicana, recordándoles que solamente Él 
puede dar la vida auténtica, plena y dichosa. ¡Qué bello es ser
 discípulos suyos y misioneros de su Evangelio!
Que Jesús proteja y la Virgen Santa cuide a todos los 
Dominicanos.

Fraternalmente,

Francisco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario