Papa al cardenal: Las víctimas de hombres y mujeres de la Iglesia deben recibir justicia
Basilica del vaticano, Italia.
"Quiero reiterarte el compromiso, claro y valiente, para que las victimas de estas torpezas sean siempre defendidas y tuteladas, de modo que la justicia sea atendida en todos sus aspectos”
SANTO DOMINGO, República Dominicana.-
El papa Francisco
expresó al arzobispo Nicolás de Jesús Cardenal López
Rodríguez que las víctimas “que sufren a causa de los
pecados de los hombres y las mujeres de la Iglesia” deben
recibir justicia y deben ser defendidas.
Asimismo, el sumo pontífice dijo que la “Iglesia no quiere
privilegios” ni “tiene intereses políticos”.
En una carta enviada al arzobispo metropolitano de Santo
Domingo, arzobispo Nicolás de Jesús Cardenal López
Rodríguez, a través del nuevo nuncio o embajador del
Vaticano, Arzobispo Jude Thadeus Okolo, el papa Francisco
expresa:
“Quiero asegurarte, querido Hermano, que tengo muy
presente en mis oraciones al amado Pueblo de Dios que
peregrina en la República Dominicana, especialmente a los
que sufren a causa de los pecados de los hombres y mujeres
de la Iglesia”.
“Y a la vez quiero reiterarte el compromiso, claro y valiente,
para que las victimas de estas torpezas sean siempre
defendidas y tuteladas, de modo que la justicia sea atendida
en todos sus aspectos”.
El obispo de Roma también expone en su carta al cardenal
dominicano:
“La Iglesia no quiere privilegios, no tiene intereses políticos,
no busca alianzas estratégicas. Quiere servir, servir a todos, y
por eso trabaja por el bien común, la paz, el progreso, la
libertad, la justicia, la solidaridad y el desarrollo integral de los
Dominicanos”
Papa Francisco
“La experiencia nos enseña que cuesta cumplir los ideales.
Siempre existe el peligro de la “mundanidad”, de dejarse
llevar por el espíritu de este mundo, de actuar por el propio
interés”, precisa el papa Francisco.
A continuación, la carta:
Vaticano, 28 de octubre de 2013
Al Señor Cardenal
Nicolás de Jesús López Rodríguez
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo
SANTO DOMINGO
Querido Hermano:
Por medio del Señor Arzobispo Jude Thadeus Okolo, nuevo
Nuncio Apostólico en la República Dominicana, deseo hacer
llegar al Episcopado, a los sacerdotes, a las comunidades
religiosas, a los seminaristas, así como a todo el Pueblo de
Dios de esa querida Nación mi cordial afecto en el Señor.
El nuevo Nuncio es portador de mi presencia y mi cercanía,
una cercanía que quiere ser de colaboración con el Estado y
las instituciones públicas, de comunión con las Iglesias
locales, paternal con los creyentes, solícita con los
necesitados, caritativa y solidaria con todos. Con este espíritu,
les pido que reciban a Mons. Jude Thadeus Okolo como el
abrazo del Papa para ustedes, con ánimo renovado y nueva
esperanza, para que pueda desarrollar su misión con eficacia
y acierto, contando con la colaboración, comprensión y estima
de todos: autoridades, pastorales y fieles.
El Nuncio Apostólico representa en ese país al Obispo de
Roma para el bien del Pueblo. Su misión consiste en
estrechar los vínculos que unen a la Sede de Pedro con esa
Nación, alentando a los hijos de esas hermosas tierras a
recorrer el camino de la vida con la mirada puesta en Dios y la
mano tendida hacia los hermanos
Cardenal Nicolas Lopez Rodriguez
La Iglesia no quiere privilegios, no tiene intereses
políticos, no busca alianzas estratégicas. Quiere servir,
servir a todos, y por eso trabaja por el bien común, la
paz, el progreso, la libertad, la justicia, la solidaridad y el
desarrollo integral de los Dominicanos.
Allí donde se promuevan estas iniciativas, allí se encuentra la
Iglesia, dispuesta a ofrecer lo mejor que ella tiene: la gracia y
la paz que nacen del corazón de Cristo crucificado.
La experiencia nos enseña que cuesta cumplir los
ideales.
Siempre existe el peligro de la “mundanidad”, de dejarse
llevar por el espíritu de este mundo, de actuar por el
propio interés y no por la gloria de Dios. Y esto nos
expone no pocas veces al ridículo, sobre todo a los
pastores.
Por eso, es necesaria la permanente conversión personal,
que sólo se puede lograr con una relación constante con
Jesús, ayudados en este propósito por la fuerza interior de la
oración. Rezando, siendo humildes, reconociendo que todos
cometemos fallos y meditando la Palabra de Cristo nos será
más fácil mantenernos en una fidelidad cotidiana a su llamada
y llevar a cabo muchas obras de caridad, expresión elocuente
del amor de Dios entre los hombres.
La credibilidad de la iglesia y de su colaboración en el bien
del pueblo, en la defensa de la familia y de la vida humana, en
la lucha contra la pobreza, pasa hoy por la docilidad de cada
uno de nosotros al Espíritu del Resucitado, dejando que éste
nos impulse y nos ayude. A veces nuestra debilidad se deja
sentir, pero estoy convencido de que la santidad siempre es
mayor que el pecado, porque la misericordia divina brilla,
incluso con más fuerza, en medio de nuestras miserias. El
pecado depende de nosotros, la santidad nos viene de Dios,
que nunca se cansa de darnos otra oportunidad. Él siempre
nos espera y comprende.
Quiero asegurarte, querido Hermano, que tengo muy
presente en mis oraciones al amado Pueblo de Dios que
peregrina en la República Dominicana, especialmente a
los que sufren a causa de los pecados de los hombres y
mujeres de la Iglesia.
Y a la vez quiero reiterarte el compromiso, claro y
valiente, para que las victimas de estas torpezas sean
siempre defendidas y tuteladas, de modo que la justicia
sea atendida en todos sus aspectos.
Aunque no somos ajenos a los errores, pongamos también en
la presencia de Dios los innumerables frutos de bien que el
Evangelio ha dado y seguirá dando en esas tierras: tantos
hombres y mujeres que han recibido el auxilio y la caricia de la
Iglesia en sus necesidades, su apoyo en sus sufrimientos,
que han escuchado una palabra de consuelo en sus
tributaciones y dificultades y, sobre todo, que han creído en el
anuncio de la esperanza de la redención que ella proclama.
Mons. Jude Thadeus Okolo cuenta con mi confianza y con el
apoyo de mi oración, para que el Señor le sostenga en la
misión que va a empezar y pueda continuar así la historia de
salvación que la fe cristiana ha escrito tan luminosamente
durante siglos en esos bellos parajes bañados por el Caribe.
Te pido, por favor, que reces y hagas rezar por mí, pues ahora
lo necesito más todavía.
Saluda y anima en el nombre del señor a todos los hijos de la
República Dominicana, recordándoles que solamente Él
puede dar la vida auténtica, plena y dichosa. ¡Qué bello es ser
discípulos suyos y misioneros de su Evangelio!
Que Jesús proteja y la Virgen Santa cuide a todos los
Dominicanos.
Fraternalmente,
Francisco.
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