lunes, 22 de diciembre de 2014

JOSEPH MOHR Y LA CANCION "NOCHE DE PAZ"




    



Joseph Mohr escribió el villancico en 1818, convirtiéndose 

después en una de las canciones más famosas de todos los 

tiempos, sin que a él le reportara un solo céntimo


¿Quién le iba a decir al joven sacerdote de 
Oberndorf, Joseph Mohr, que el villancico que escribió 
la tarde del 23 de diciembre de 1818, y mando a su 
amigo Franz Gruber para que le pusiera música, iba a ser 
traducido a más de 300 idiomas, cantado por media 
humanidad y se iba a convertir en una de las canciones más 
famosas de todos los tiempos? Nadie, sobre todo si tenemos 
en cuenta que por aquella obra navideña, de éxito indudable 
hoy, el sacerdote no obtuvo ni para pagarse su propio 
entierro.



     



            Pintura de Joseph Mohr y Franz Gruber

Muchas son las leyendas que han circulado alrededor del 
villancico, cuya historia verdadera no se conoció hasta que 
Gruber envió –36 años después de que fuera interpretada 
por primera vez en la Misa del Gallo celebrada, en 1818, en la 
iglesia de San Nicolás del pequeño pueblo pesquero de 
Austria– una carta a Berlín con la historia fidedigna 
del origen de «Still nacht» («Noche de paz»), donde se 
incluían unas breves biografías… cuando Mohr, pobre, ya 
había muerto.

Todo ocurrió tres años después de que Europa dejara de 
desangrarse por las guerras expansionistas francesas y de 
En la Navidad de 1818 reinaba la paz en Oberndorf y Mohr, 
entonces con 26 años, preparaba como siempre la 
tradicional Misa del Gallo, con la pena de que el órgano de la 
iglesia no estaba en condiciones de sonar.

El sacerdote se puso manos a la obra y encontró la solución: 
escribió una poesía y se la llevó a su amigo músico, 
Franz Gruber, para que le pusiera una sencilla 
melodía. En apenas unas horas de la tarde del 23 de 
diciembre, y con la ayuda de una guitarra, el villancico quedó 
terminado y adaptado para dos voces y coro.

Su difusión

No se sabe si fue interpretado al principio o al final de la 
misa, pero sí que allí fue donde sonó por primera vez, sin que 
Mohr o Gruber se imaginaran que aquella canción se haría 
universalmente conocida. Y aquello no hubiera ocurrido si, 
en la primavera siguiente, no hubiera llegado a Oberndorf el 
constructor de órganos Carlos Mauracher, que, tras 
conocer el texto y la partitura, se las llevó al Tirol. Y desde 
allí, dos amigos suyos, los hermanos Strasser, se dedicaron a 
difundirla por todo el país, durante los muchos viajes que 
hacían para comercializar sus guantes.

Trece años después de su composición era cantada por un 
grupo de católicos en la localidad alemana de Leipzig, en un 
viaje que, lenta pero exitosamente, le fue llevando al resto 
del mundo como «canción popular tirolesa».


juzgar por su popularidad hoy, y por la gran cantidad de 
artistas famosos que la han interpretado.. Y poco se hubiera 
sabido de sus autores si, 30 años después, en 1854, ya 
muerto Mohr, un miembro de la capilla real áulica de 
Berlín no se hubiese preguntado sobre el origen del 
villancico.

Tras un periodo investigando, solicitó información al 
convento benedictino de San Pedro, en Salzburgo, que pidió 
Gruber que escribiera aquella carta. En ella contaba que 
Mohr, perteneciente a una familia modesta de Salzburgo 
tuvo que costearse sus estudios, y que, treinta años después 
de componer el villancico, murió a los 56, respetado y muy 
querido, pero tan pobre que la ciudad tuvo que hacerse cargo 
de los gastos de su entierro. Qué hubiera sido de Mohr si 
hubiera nacido hoy…


ABC.es


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