viernes, 16 de enero de 2015

CULTURA: CONOCIENDO UN POCO DE CARAVAGGIO....


Caravaggio, el pintor amado que se 


odió a sí mismo





Michelangelo Merisi Da Caravaggio (1571-1610) se ha 

convertido en uno de los pintores más apreciados en el siglo 

XXI. A una pintura magistral se une una vida intensa y 

polémica: fue un genio incomprendido, un loco violento, un 

hombre atormentado y un triste perseguido. Finalmente, 

cansado de huir, los últimos años de su vida los pasó 

buscando un perdón que entonces se le negaba y que 

ahora, a cuatro siglos de su muerte, parece haber obtenido.



Caravaggio fue el enfant terrible de la pintura italiana 

barroca. Pocos autores han gritado tan fuerte con los 

pinceles su propio conflicto personal. Aunque no haya 

dejado más que una cuarentena de pinturas, cada una de 

ellas revela una visión muy personal del arte, una lucha 

interior, un debate entre luz y oscuridad, y un espíritu 

innovador capaz de mezclar en una misma escena santidad 

divina y miseria humana.







1585-1594  Milán y Roma: “Desnudo y extremamente 

necesitado”. Michelangelo Merisi será conocido siempre 

con el nombre de la pequeña localidad de Caravaggio, 

situada al norte de Italia, de la que procedía su familia y en 

la que vivió durante algunos años para protegerse de 

una epidemia de peste durante su juventud. Él, sin 

embargo, nació en Milán y allí se trasladó para formarse en 

una escuela de pintura manierista donde aprendió a 

manejar los pinceles antes de transmitirles su propia vida.



Entre 1585 y 1592 absorbió lo mejor de las diferentes 

tendencias de la pintura renacentista que ya tocaba a su fin. 

En las regiones de la Lombardía y Véneto, el tenebrismo y 

el naturalismo propios del naciente barroco comenzaban a 

contagiar a los artistas, y el joven Caravaggio –de viaje por 

esas tierras– las estudió sin saber que se convertiría en el 

principal maestro de tales técnicas. Tras deambular por 

diversas ciudades y escuelas del norte italiano, el joven 

artista se trasladó a la Urbe. Ni la pequeña población de 

Caravaggio, ni Milán, ni Brescia, ni ninguna otra de las 

ciudades por las que deambuló el Merisi marcarían tanto su 

destino como Roma. En Roma se formó el genio, de Roma 

se impregnó su vida, con Roma se juró muerte y a Roma 

suplicó perdón al final de sus días.



Hacia mediados de 1592, Caravaggio llegó por vez primera 

a la ciudad, “desnudo y extremadamente necesitado, sin 

una dirección fija, sin provisiones... y además corto de 

dinero”, cuentan sus biógrafos. Pronto encontró trabajo 

como “pintor de flores y frutos” en el taller de Giuseppe 

Cesari, artista de cámara del Papa Clemente VIII, pero dos 

años más tarde –cansado de no poder pintar rostros– 

abandonó el taller decidido a abrirse paso por su propia 

mano. “Senza denari e pessimamente vestito”, lo describen 

las crónicas de la época.


Empeñado en hacerse una carrera en 

Roma, Caravaggio conoce el fracaso y la enfermedad –se 

contagió de malaria–, pero es en esta época cuando entra 

en contacto con algunas personas que marcarían su 

vida. Prospero Orsi, también pintor, fue quien le ayudó a 

salir de la miseria, introduciendo al joven artista entre las 

altas esferas de la ciudad. A mediados de los años noventa, 

el Merisi había podido pintar algo más que parras y frutas: 

sus cuadros, llenos de luz y jovialidad, y de temática tanto 

profana como religiosa, atrajeron la atención de ilustres 

mecenas. 





1595-1600 roma: un pintor para la 

contrarreforma. Atraído por los cuadros del joven pintor, el 

cardenal Francesco María del Monte acogió en su palacio 

a Caravaggio. El purpurado –experto músico, alquimista, 

astrólogo, científico y promotor de las artes– había 

fomentado en torno a sí una cohorte de pintores en la que 

se introdujo el Merisi. Es ahora cuando abandona la pintura 

profana y se dedica, ya hasta el final de sus días, casi por 

exclusivo a la religiosa. La gran cantidad de templos que se 

erigen en Roma como efecto de la Contrarreforma supuso 

una oportunidad para los pintores de la Urbe. Frente a la 

sobriedad protestante, las iglesias barrocas se propusieron 

mostrar la humanidad de la fe y la verdadera doctrina 

cristiana. Para ello, se llenaron de pinturas y estatuas de 

santos, reliquias y adornos.


Uno de estos templos, justo enfrente del Palacio Madama, 

residencia del cardenal, era la iglesia de san Luis de los 

Franceses. En ella quedaba por decorar la capilla Contarelli: 

aquella habitación fue el trampolín artístico de Caravaggio

el lugar en el que pudo mostrar su concepción de la pintura 

religiosa, y que le abriría las puertas a tantos otros encargos 

religiosos. Ya desde el inicio, el autor incluye las 

características que marcarían para siempre su estilo y que 

dividirían –y siguen dividiendo– al público: frente al 

idealismo de los personajes bíblicos de otros 

artistas, Caravaggiolos representa sirviéndose de modelos 

de la calle, sin idealizarlos, con sus deformaciones físicas. 


Los representará tal cual, ancianos, mugrientos, feos, 

sucios... El Merisi se centrará en la fuerza psicológica de 

esos personajes, resaltando sus rostros con luces a veces 

imposibles, y envolviendo en las tinieblas los decorados del 

fondo. Estas luces y sombras contribuían a resaltar el 

dramatismo de las composiciones. Este acercamiento de lo 

sagrado a la realidad es quizá uno de los motivos de la 

actual popularidad del pintor, quien no se libró de la 

polémica por usar a mendigos o prostitutas para representar 

a figuras santas, sin ocultar sus pies sucios, sus arrugas, 

sus piernas hinchadas o sus ropas hechas andrajos. 








1600–1606  ‘El más famoso pintor de Roma’. El inicio del 

siglo XVII es el momento de gloria deCaravaggio. Las telas 

sobre san Mateo le dieron fama en los círculos artísticos, y 

le llovieron los encargos. De esta época son algunos de los 

trabajos más famosos: La crucifixión de san Pedro, Marta y 

María, La muerte de la Virgen, La incredulidad de santo 

Tomás, La conversión de san Pablo… Sus cuadros 

comienzan a ser objeto de interés por los coleccionistas y 

entendidos, y su concepción de la pintura –naturalista e 

impregnada de realidad y religiosidad– dividiría en dos a la 

sociedad romana.


Junto con el éxito, se manifiesta ahora en el pintor el 

carácter violento y pendenciero que le provocaría la ruina. 

El Merisi se rodea de un grupo de amigos, del que se 

convierte en líder, que le envolverá en juergas, riñas y 

excesos en los ambientes más bajos de la Urbe romana. De 

estos años datan algunas denuncias –incluso de sus 

amigos– por ataques con bastonazos, difusión de sonetos 

injuriosos, insultos, ataques con espada, rotura de mobiliario 

y ventanas de diferentes tabernas, etcétera. Gracias a 

diferentes protectores, Caravaggio pudo siempre seguir con 

su actividad artística, aunque nada podían hacer por evitar 

que siguiera creciendo el número de sus enemigos. Un 

amigo suyo, Floris Claes van Dijk, también pintor, lo 

describía como “una persona trabajadora, pero a la vez 

orgullosa, terca y siempre dispuesta a participar en una 

discusión o a enfrascarse en una pelea. Es difícil llevarse 

bien con él”.







1606-1610  Exilio y muerte. Pese a ser uno de los pintores 

más valorados de la ciudad,Caravaggio encontró algunas 

dificultades para recibir encargos por su carácter polémico. 



Tras sortear la desgracia en numerosas ocasiones, 

finalmente el 29 de mayo de 1606, durante un partido de 

tenis (llamado en aquel entonces pallacorda) que degeneró 

en reyerta, mató a Ranuccio Tomassoni, jefe de una 

pequeña banda armada que operaba en Roma. Las 

autoridades emitieron una denuncia contra él y los 

seguidores de Tomassoni le juraron venganza. Asustado y 

solo, huyó a Nápoles en una carrera que ya sólo finalizaría 

con su muerte.



En Nápoles, lejos de la justicia romana y protegido por la 

poderosa familia Colonna, pudo recuperar su actividad y el 

prestigio que se había forjado en Roma. Sin embargo, la 

angustia y la depresión que se habían apoderado de él 

comienza a reflejarse en sus obras. En esta última etapa de 

su vida,Caravaggio deambula por diversas ciudades, pero 

siempre con un deseo fijo: regresar a la Urbe para obtener 

el perdón por un crimen que, honradamente, nunca había 

querido cometer. De Nápoles viajó a la isla de Malta, donde 

fue nombrado caballero de la Orden de Malta. Su 

arrepentimiento duró poco y de nuevo una pelea callejera y 

la difusión de lo acaecido en Roma complicó aún más su 

vida: fue expulsado de la orden y tuvo que huir de Malta, un 

golpe moral para el pintor que le hundió más en el abismo 

de la desesperación. El tenebrismo de su pintura también 

comenzaba a invadir su vida.


De nuevo en Nápoles, tras un breve paso por Sicilia, fue 

víctima de un ataque por parte de personas desconocidas, 

probablemente un enemigo maltés. “Tan herido –cuentan 

sus contemporáneos– que prácticamente no se le reconocía 

el rostro”. Pese al momento de temor y fragilidad (dormía 

armado y siempre sospechaba de quienes estaban en 

torno), Caravaggio siguió pintando obras de gran calidad 

artística, expresando con una mirada, un gesto o un haz de 

luz todo un mundo interior. Ahora más que nunca, el entorno 

desaparece, las luces –artificiales o sobrenaturales– guían 

la mirada del espectador. De ese modo, lo grandioso sigue 

surgiendo de lo miserable. En este momento de 

desesperación personal, Caravaggio se reafirma en su idea 

de que Dios es Luz, como ha intentado transmitir desde sus 

primeras telas de carácter religioso. Y esa luz, estaba 

seguro, es capaz de brillar sobre las cosas hermosas y 

sobre las que no valen nada, como él mismo.



Por fin, habiendo obtenido el indulto, el Merisi tomó en el 

verano de 1610 un barco rumbo a Roma. Consigo llevaba 

algunos cuadros y unas pocas posesiones. Sin embargo, el 

barco hizo una escala a unos 150 kilómetros de la Urbe, en 

la población de Porto Ercole. Allí el pintor fue retenido en la 

cárcel y cuando salió para embarcarse, la nave ya se había 

marchado. Afectado de disentería y débil, cuentan que 

comenzó a correr por la playa persiguiendo al barco que 

tenía que haberle llevado a Roma. “Llegado a un lugar de la 

playa –concluye uno de sus biógrafos–, se arrojó en el 

suelo. Sin ayuda humana, en pocos días murió malamente, 

como malamente había vivido”. Era el 18 de julio de 1610.







Si Caravaggio hubiera muerto 400 años más tarde, lo 

habría hecho con una sonrisa. En el cuarto centenario de su 

fallecimiento, miles de personas esperaron en fila desde la 

medianoche hasta el amanecer para contemplar seis pinturas 

del maestro expuestas en el museo Borghese de Roma. En 

1610, en una noche similar, el pintor había muerto solo y 

enfermo, oyendo como único aplauso las olas del mar y 

aferrado con fuerza al único lienzo que aún no le habían 

robado.


Universidad de Navarra...

No hay comentarios:

Publicar un comentario