Los tres latinoamericanos que fabricaron
la silla que el papa Francisco usará en
Nueva York
Cuando el dominicano Fausto Hernández comenzó a
trabajar en la ebanistería no se imaginaba que algún día
una de sus piezas más simples sería ocupada por uno
de los hombres más importantes del mundo.
Sin embargo, esa fue la misión que recibieron él y sus otros
dos compañeros, Francisco Santamaría, de Nicaragua y
Héctor Rojas, de México: "Hacer una silla sencilla para un
Papa sencillo", como se lo explicó el propio Hernández
Por cerca de dos semanas, los tres inmigrantes trabajaron
en la construcción de la silla de roble que Francisco usará
en la misa que celebrará ante 20.000 personas en el
Madison Square Garden de Nueva York este viernes.
"No es una silla extravagante. El diseño es sencillo, hecho
de paneles de madera, con una tapizada muy bonita blanca,
bien delicadita pero muy fuerte", explica Hernández.
Hecha por jornaleros
Los tres latinoamericanos, que no se conocían antes,
trabajan diariamente como jornaleros al destajo, de la mano
de dos organizaciones comunitarias.
Las organizaciones fueron escogidas por el cardenal
Timothy Dalton, de la arquidiócesis de Nueva York, para
construir la nueva silla papal.
"Para mí fue algo muy, muy bueno. Imagínate, que lo
llamen a uno para participar en algo que es tan grandioso.
Yo no estaba esperando nada de eso", afirma el hombre de
51 años, sobre el día que recibió la llamada en la que le
informaron que lo habían elegido para el proyecto.
"Me sentí muy contento, satisfecho de participar en algo
que va a ser historia para mí, para mi familia y para mis
amigos", explica Hernández.
El dominicano es miembro de Don Bosco Workers, con
sede en Port Chester, en el estado de Nueva York, y que al
igual que Obreros Unidos Yonkers, organización a la que
pertenecen sus colegas Santamaría y Rojas, trabaja por el
derecho al trabajo justo de los inmigrantes.
Hernández, padre de seis hijos, viaja diariamente desde su
casa en el Bronx, en el noreste de Nueva York, hasta la
sede de Don Bosco Workers, a más de 30 kilómetros, a
esperar a que "el trabajo llegue".
"Ahí uno se hace en la parada a esperar a que venga
cualquier personas a buscarlo a uno para trabajar", relata
Hernández.
Trabajo en equipo
En contraste con el ritmo de vida que tienen estos
trabajadores diariamente, durante las dos semanas que
duró el proyecto de la silla, Hernández, Rojas y Santamaría
fueron al mismo lugar cada día por seis horas, donde
recibieron una paga de US$20 la hora, dinero para el
transporte y almuerzo.
"Fue un ambiente bien bueno porque todos los días en la
mañana, antes de empezar a trabajar, leían el Rosario. Y a
las tres de la tarde, también cogían media hora para rezar",
dice Hernández.
"Y yo no sé, pero en esos momentos que estaba ahí,
espiritualmente me sentía completo, con una fuerza y una
tranquilidad enorme".
"Uno para arriba para abajo siempre, cansado, pero aquí
que el compromiso de una silla me hubiera dado el tiempo
para eso. ¿Quién no se siente bien así?", dice Hernández.
Además de los tres latinoamericanos, el proyecto involucró
como coordinador al religioso salesiano Salvatore
Sammarco, profesor de carpintería y residente de Miami.
"Lo más bonito es que nadie puede decir que la hizo
solo, fue una silla hecha en equipo. Antes de cortar nos
pusimos de acuerdo entre todos".
Le pregunto a Fausto qué le va a decir al papa Francisco si
lo llega a conocer en persona.
"Le voy a decir a ver si toca algo sobre la inmigración. Si le
toca el corazón a esta gente para que den una amnistía
para uno tener mejor movimiento, para ver si uno camina
mejor la cosa", responde.
"Y bueno, si eso no se puede pues que entonces nos
bendiga para siempre... o con que me dé la mano es
suficiente", concluye Hernández.
BBC.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario