¿Por qué el azúcar es la droga más
popular del mundo?
Sabemos que a largo plazo su consumo excesivo
provoca enfermedades como la obesidad o la
diabetes, pero ignoramos a conciencia su alto
poder adictivo.
"La moderación".
Esta parece ser la respuesta unánime
alcanzada por los nutricionistas y los profesionales
sanitarios sobre la cantidad de azúcar que debemos
consumir para no dañar nuestra salud a largo plazo,
obviando, sin embargo, lo que ya es una realidad evidente:
el azúcar provoca una adición similar al de otras
sustancias como el café, el tabaco, el alcohol
e incluso la cocaína.
"Pensémos en una droga que puede intoxicarnos,
puede llenarnos de energía y se puede tomar por vía oral.
No tiene que ser inyectada, fumada o esnifada para
que podamos experimentar sus efectos sublimes y calmantes.
Imaginemos que se mezcla bien con prácticamente todos
los alimentos y particularmente con los líquidos, y que
cuando se le da a los bebés provoca una sensación
de placertan profunda e intensa que su búsqueda
se convertirá en una fuerza impulsora a lo largo
de sus vidas".
Es la descripción del periodista Gary Taubes, en un
artículo publicado en 'The Guardian', la adicción al
azúcar y su similitud con otras drogas. Una adicción que,
por otro lado, ya empieza a ser constatada por los propios
investigadores, aunque claramente parece ser ignorada
por todos... ¿Quién va a desconfiar de una sustancia que,
a diferencia de lo que sucede con otras drogas, no provoca
alteraciones del ánimo inmediatas, palpitaciones
del corazón, mareos o dificultad respiratoria?
Solo basta con probar su efecto en los niños y cómo
calma su angustia, alivia su dolor, enfoca su
atención y los deja llenos de alegría y felicidad,
al menos durante el período durante el cual lo consumen.
El único problema, según Taubes, quien describe su propia
experiencia con sus hijos, "es que los niños esperarán otra
dosis, tal vez para exigir una regularidad". Y lo que en un
principio consistió en una forma de acabar con
sus "perretas" se convertirá en una adicción que
los acompañara toda la vida.
El azúcar es una sustancia altamente adictiva
que induce las mismas reacción que la nicotina,
el alcohol, la cocaína e incluso la heroína en la región
del cerebro conocida como el "centro de recompensa".
Así, los dulces, al igual que las citadas drogas, estimulan
la liberación de los mismos neurotransmisores, en
particular la dopamina, que consiguen
hacernos felices.
Obviamente los seres humanos aprendieron a refinar
estas sustancias para concentrarlas y aumentar sus efectos
en el cerebro y el cuerpo. Las hojas de coca, por ejemplo,
son ligeramente estimulantes cuando se mastican, pero
poderosamente adictivas cuando se refinan. Pero también
el azúcar ha sido refinado desde su forma original para
aumentar la rapidez y concentrar sus efectos en
nuestro organismo.
Mientras más consumimos estas sustancias, menos
dopamina producimos naturalmente en el cerebro.
El resultado es que necesitamos "más droga" para
obtener la misma respuesta placentera. Sin embargo,
la mayoría de nosotros nunca sabrá si sufrimos
sutiles síntomas de abstinencia por el azúcar,
porque muy probablemente nunca estaremos el
tiempo suficiente sin consumirlo para
poder averiguarlo.
"Esto podría parecer exagerado y fuera de proporción,
pero el azúcar es la droga más peligrosa de los
tiempos y aún se puede conseguir en cualquier lugar",
comentaba el jefe del servicio de salud pública de
Ámsterdam, Paul van der Velpen, en un artículo publicado
en la página web oficial del organismo, en 2013, para hacer
un llamamiento de emergencia a regular la venta
de azúcar en Holanda.
La responsabilidad de la industria
alimentaria
El responsable de salubridad explicaba que, a diferencia
de las grasas y otros alimentos, el azúcar interfiere con el
apetito del cuerpo creando un deseo insaciable a seguir
comiendo. Un efecto que es responsabilidad de la industria
alimentaria por utilizarlo para incrementar el consumo
de sus productos. "Quienquiera que coma azúcar
quiere más y más", afirmaba.
No solo hay azucar en los alimentos dulces
obviamente, como las galletas o los helados, los
chocolates o los refrescos, sino también en las salsas
barbacoa o sopas yapreparadas, tomates enlatados,
carnes procesadas, pastas, panes, y así hasta un sinfín
de alimentos.
E incluso los fabricantes que "velando por nuestra salud"
comenzaron a anunciar hace un par de décadas
productos bajos en grasa, especialmente las saturadas,
reemplazaron esas calorías "sobrantes"
con azúcares para hacerlas igual, o más, apetecibles.
"Es como si la industria alimentaria hubiera decidido en
masa que, si un producto no se endulzaba al menos un poco,
nuestros paladares modernos lo rechazaban y compraríamos
en su lugar la versión de un competidor", explica
Taubes sobre esta revolución alimentaria.
Pero, ¿por qué ignoramos su adicción?
Sidney Wilfred Mintz, Antropólogo, quien ha estudiado
el azúcar y sus efectos en el cuerpo humano, señalaba en
su libro "Sweetness and Power" (Dulzura y Poder), publicado
en 1985, que la razón principal de por qué el azúcar goza
de la aprobación social es que no produce los cambios
de comportamiento que producen incluso sustancias como
el alcohol o las bebidas con cafeína, cuyo consumo "puede
desencadenar rápidos cambios en la respiración,
el latido del corazón o el color de la piel".
generalmente la tendencia es pensar que los azúcares
y los dulces tienen buen sabor, e ignorar que quizás el
azúcar es la sustancia que se encargó de provocar esta
falsa creencia, algo parecido a lo que podría suceder
con la nicotina y el consumo de tabaco.
Sobre todo, porque esa adición que tenemos desde que
éramos niños, cuando nos daban algunos dulces, ya sea
para calmarnos o para premiarnos, nos ha convertido en
adultos que ansían un trozo de chocolate tras finalizar
la jornada laboral o un helado para paliar el calor durante
el verano. Porque la adicción ya la tenemos dentro,
y para nosotros un dulce es solo un forma de
endulzarnos nuestra ajetreada vida,
obviando todo lo demás.
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